La propia estima en el sacerdote. Purgatorio de un alma por haber descuidado la Comunión .

Imagen de Esperanza Melara

 

La propia estima envenena la Gracia. Purgatorio de un alma por haber descuidado la comunión.

 Volumen 7 - Octubre 14, 1906 

Encontrándome en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma con Jesús niño, y parecía que decía a un sacerdote:

“La estima propia envenena la Gracia en ti y en los demás, porque debiendo por tu oficio suministrar la Gracia, si las almas advierten, porque fácilmente se advierte cuando hay este veneno, que lo que dices y haces lo haces para ser estimado, la Gracia ya no entra sola, sino junto con el veneno que tú tienes, y por lo tanto en vez de resurgir a la vida encuentran la muerte.”

Después ha agregado: “Es necesario vaciarte de todo para poderte llenar del Todo que es Dios, y teniendo en ti el Todo, darás el Todo a todos aquellos que vendrán a ti, y dando el Todo a los demás encontrarás todo a tu disposición, de modo que ninguno sabrá negarte nada, ni siquiera la estima, es más, de humana la tendrás divina como conviene al Todo que habita en ti.”

Después de esto veía a un alma del purgatorio que al vernos se escondía y nos rehuía, y era tal la vergüenza que ella sentía que permanecía como aplastada. Yo he quedado asombrada, porque en vez de correr hacia el niño, huía; Jesús ha desaparecido y yo me he acercado a ella preguntándole la causa de esta actitud, pero ella estaba tan avergonzada que no podía decir palabra, y habiéndola forzado me ha dicho:

“Justa Justicia de Dios, que ha sellado sobre mi frente la confusión y tal temor de su presencia, que estoy obligada a rehuirlo; obro contra mi mismo querer, porque mientras me consumo por quererlo, otra pena me inunda y huyo de Él. ¡Oh Dios, verlo y huir de Él son penas mortales e inexpresables! Pero me he merecido estas penas distintas de las de otras almas, porque llevando una vida devota dejé muchas veces de comulgar por cosas de nada, por tentaciones, por frialdades, por temores, y también, alguna vez, para poder acusarme de ello ante el confesor y hacerme oír que no recibía la comunión. Entre las almas esto se tiene como una nada, pero Dios hace de ello un severísimo juicio, dándoles penas que superan a las otras penas, porque son faltas más directas al amor. Además de todo esto, Jesucristo en el Santísimo Sacramento arde de amor y por el deseo de darse a las almas, se siente morir continuamente de amor, y el alma pudiendo acercarse a recibirlo y no haciéndolo, es más, se queda indiferente con tantos inútiles pretextos, es una afrenta y un desprecio tal que Él recibe, que se siente delirar, quemar, y no puede dar desahogo a sus llamas, se siente como sofocar por su Amor, sin que encuentre a quien darle parte, y casi enloqueciendo va repitiendo:

“Los excesos de mis amores no son tomados en cuenta, más bien son olvidados, aun aquellas que se dicen mis esposas no tienen ansias de recibirme y de hacerme desahogar al menos con ellas, ¡ah, en nada soy correspondido! ¡Ah, no soy amado, no soy amado!”

Y el Señor, para hacerme purgar estas faltas me ha hecho tomar parte en la pena que Él sufre cuando las almas no lo reciben. Esta es una pena y un tormento, es un fuego que comparado al mismo fuego del purgatorio, se puede decir que éste es nada.”

Después de esto me he encontrado en mí misma, atónita pensando en la pena de aquella alma, mientras que para nosotros se tiene verdaderamente como una nada el dejar la Santa Comunion.

 

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