Quien me conoce se conoce

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Quien me conoce, se conoce

Mi querida hija de mi Santo Corazón, yo soy un Jesús lleno de amor para mis hijos amorosos de mí. ¡Cómo me gustaría que todos mis hijos sean alcanzados del síndrome del amor!

¿Cómo distinguir estos signos de amor que están en ustedes? Hijos míos, ¿cómo podrán ustedes, si no comprenden lo que pasa en su interior? En prioridad, es necesario que todo esté claro en ustedes; que sean capaces de analizarse. Si ustedes no son leales hacia ustedes mismos, no sabrán lo que les conviene. Su mundo es tan incompatible con lo que debería ser, que ustedes no realizan que su vida sufre del síndrome de la tristeza.

¡Mírense! Hijos míos, ustedes que buscan la felicidad, viven con personas que no son felices. Y como ustedes no pueden comprender su actitud de tristeza, quieren ayudarlos mostrándoles que tienen todas las de ganar teniendo una actitud más alegre, más feliz. Pero ellas, que no están de acuerdo con su razonamiento, les muestran su descontento a propósito de sus observaciones que las han herido.

No obstante que ellas saben que hay algo de verdadero en lo que les acaban de decir, ellas no pueden aceptar estas observaciones de ustedes, porque hay en ellas heridas escondidas que las han hecho sufrir, lo que las hace ponerse tristes y desdichadas. Y cuando ellas les hacen saber que su actitud no les agrada, ustedes se detienen por la manera que ellas les hablan, y son ustedes ahora que están confundidos porque, en su interior, hay algo malo.

Ustedes no han realizado que ellos han tocado en su interior una herida escondida, lo que hace que su propia manera de exprimirse esté perturbada, lo mismo que sus impulsos de amor. Ustedes son también desdichados sin saber verdaderamente dónde está la causa.

Desde luego, hijos míos, todo esto es complicado para ustedes. Ustedes son seres complicados a causa de su manera de querer ayudar a los otros sin que éstos se los hayan pedido. Querer arreglar todo por ustedes mismos los lleva a querer ayudar a los otros diciéndoles lo que no va bien en ellos. Pero si uno de ellos les hace lo que ustedes les han hecho, esto toma otro giro.

Hijos míos, comprendan que ustedes no les pueden ayudar, ni a ellos, ni a ustedes mismos, porque ustedes no conocen su interior. Ustedes no pueden ser simples y felices, ustedes no saben cómo llegar a extraer lo que está en ustedes.

Hijos míos, a causa de la incapacidad para controlar sus emociones, porque no pueden por ustedes mismos entrar en su interior, abandónense a mí. Cuando tengan la dificultad de entrar en su interior para abandonarse, díganme: “Jesús, todo esto es nuevo para mí. Yo lo quiero, pero no sé cómo hacerlo. Ayúdame.” Yo, que estoy en ustedes y que los conozco tan bien, les voy a ayudar. Es con la perseverancia que ustedes se volverán amor. Sean lo que deben ser: amor. Hijos míos que amo, conocer su Jesús Amor, es conocerse así mismo. Yo estoy en ustedes. Yo soy un Ser que ama y que quiere ser amado, así como ustedes, hijos míos. Sepan quiénes son, sepan de quién vienen, sepan amarse: ustedes verán cómo es de fácil amar y ser feliz. El amor es tan bello, el amor vive en ustedes.

Cuando están tristes y que buscan consuelo, ¿corren hacia otros hijos que están tristes como ustedes para obtener el amor que les falta? Desde luego que no, ¿no es cierto? ¿Ven cómo la tristeza hace huir a los hijos? Cuando todo va mal, ustedes están inclinados a entrar en su interior para encontrarse solos con ustedes mismos. Pero, mis queridos, cuando el exterior en ustedes está triste y, que en ustedes, hay la tristeza, ¿cómo pueden ser felices?

Es por esto que es importante que se conozcan tal como son: seres llenos de amor. Pero ustedes van a pensar que yo digo tonterías. No, hijos míos, yo no los estoy engañando. Yo quiero mostrarles cómo, cuando están tristes, yo que estoy en ustedes, puedo cambiar su tristeza en alegría. Pero, ustedes se preguntan: “¿Cómo podemos tomar estas maravillas de la alegría?”

Hijos míos, es confiándome sus tristezas, no como ustedes lo hacen con un amigo que pasa la noche escuchándolos sin tener verdaderamente un oído atento para escucharlos. Cuando ustedes le confían sus tristezas, sus miedos, sus angustias, sus insatisfacciones y sus incomprensiones, todo en ustedes no es más que emoción. Ustedes sacan de su interior sus heridas y, como son incapaces de decirse así mismo que sólo Dios puede ayudarles, entonces lloran. Ustedes provocan emociones que los llevan a lamentarse.

Sin duda alguna, hijos míos, se sienten inclinados a ir a ver a su amigo. Esto no es ir contra su felicidad de ver a su amigo que aman, esto manifiesta su amor por él. Pero, hijos míos, él no puede ayudarlos como yo. Lo que él puede percibir de ustedes, es solamente su tristeza, porque lo que conoce de ustedes no es suficiente para que él pueda ayudarlos. No es porque él los frecuenta que podrá descubrir sus heridas.

Si ustedes le dicen a este amigo que no son felices, él los escuchará. Él entenderá solamente lo que ustedes son capaces de exprimir. Este amigo, si bien que está apegado con ustedes, no pudo estar presente los días en que ustedes fueron heridos. Dado que él no estaba, ustedes solos han vivido estos acontecimientos. Estos acontecimientos los han herido, sin saberlo, porque llevaban la huella de las heridas que los padres de ustedes llevaban, y estas heridas que ellos llevaban venían de sus propios padres.

Todo lo que les sucede actualmente, su amigo es testigo, pero él no está en el interior de ustedes. Él no puede entonces conocer lo que es para ustedes un sufrimiento. El sufrimiento de ustedes se convierte para él en un sufrimiento. Él se mantiene, en lo posible, lejos del sufrimiento. Si él se ve en el movimiento del sufrimiento, él se protegerá escuchándolos por cortesía. Y si esto es demasiado penable para su amigo, siendo incapaz de ayudarlos, se verá en la obligación de poner término a su amistad, encontrando excusas para no verlos más porque él mismo está en el sufrimiento.

Hijos míos, para poder venir en ayuda, es necesario ser capaz de conocerse tal como son en cada uno de ustedes. ¿Quién más que yo que vivo en ustedes les puede ayudar? Hijos míos, vengan a mí con confianza sabiendo que yo, Jesús, estoy ahí, presente en ustedes. Yo, yo sé todo de sus tristezas: yo estoy en ustedes. Yo soy Dios, no lo olviden. Yo estoy vivo como ustedes. Establecido en ustedes, conozco sus necesidades. Díganmelas con palabras sin rodeos, sin vueltas. Yo soy un Dios sabio, conozco sus necesidades.

Hijos míos, cuando ustedes vengan a mí, díganme: “Jesús, yo no estoy en un estado para comprender lo que me pasa, ya no quiero más vivir así. Mira por ti mismo: yo no soy capaz de analizar mi interior. Sólo tú, que estás en mí, lo puedes”. Si ustedes dicen con certeza que sólo yo puedo ayudarlos, yo, que estoy en ustedes, sabré que son sinceros. Y es el Amor mismo quien les dará las gracias para comprender que ustedes están en la imposibilidad de solucionar por ustedes mismos la situación en que se encuentran.

¡Cuántos de mis hijos vienen a mí confiándome sus desdichas! Ellos se sienten infelices, pero en sus desalientos llevan con ellos la duda que les hace desconfiar de mi poder. Yo no puedo ayudarlos si no se me presentan en un abandono total. Es con fe que hay que venir a mí, sabiendo que ustedes están conmigo, seguros que yo puedo hacer todo para ustedes.

Vengan a mí con confianza, exactamente lo mismo como ustedes lo hacen con un amigo que está cerca de ustedes. Este amigo no tiene el poder de ayudarlos, yo sí. Tomen conciencia. Yo soy la Confianza. Pídanme de ayudarlos a tener confianza. Yo les voy a dar las gracias para tenerla. La confianza viene de mí. Todo viene de mí. Es en la confianza que deben entregarme todo.

Hijos míos, cuando ustedes le confían sus enfermedades a un médico, es porque tienen confianza en él, ustedes se dejan auscultar para que encuentre lo que no va bien. Es así que ustedes toman el tiempo para confiarle a su médico sus enfermedades.

Hijos míos, es por mí, su Médico de amor, que se dejarán auscultar. Soy yo que sé lo que no va bien en ustedes. Yo les daré prescripciones de amor y, lo que va a pasar en ustedes, sólo su Médico de amor conocerá los resultados. Es con mis gracias de amor que ustedes serán cambiados en hijos de amor y, por mis arrebatos de amor, sus tristezas se cambiarán en alegrías.

Hijos míos, tengan confianza que yo actúo. ¿No soy yo que he hecho el universo, la tierra y todo lo que contiene? ¿No he muerto cargando con los pecados de ustedes? ¿No he resucitado para abrir las puertas de la vida eterna? Si ustedes dudan de mi poder, no les quedará nada sobre qué confiar. Yo soy el único que puedo ayudarles. Vengan a mí, Jesús, yo soy el Poder de este mundo. Yo he hecho este mundo.

Es a causa de sus pecados que ustedes sufren; ¡esto los vuelve tan tristes! Hijos míos, constaten que su estado de debilidad es debido a su mundo sin amor. Es necesario que ustedes realicen su falta de amor en ustedes y en sus hermanos y hermanas. Sólo Dios puede ayudarles dándoles las gracias de amor y de abandono a la Divina Voluntad. Todos los que aprenden a venir a mí se ven bajo mi protección de amor. Lo que les parece ser una catástrofe en su vida tomará una forma de esperanza. ¡Todo puede volverse tan simple!

Hijos míos, esto se hará descubriendo el amor que está en ustedes. Los que aprenden a descubrirse tal como son, aprenden a amarse. Así, la paz se desarrolla en ellos. La calma en ellos les hace ver que existe el amor alrededor de ellos. 

Si, en su desesperación, están en la imposibilidad de esperar el día siguiente, díganse que Dios está con ustedes. Yo soy quien murió para librarlos de sus tormentos. Entréguenme su yugo. Entréguense a mí. Vengan a rezar en mí. Díganme con sus palabras, lo que es muy difícil a vivir para ustedes. Yo que lo he vivido antes que ustedes, los tomaré en mis brazos y los arrullaré.

Yo los amo. Yo los quiero en mí, conmigo. Les mostraré que ustedes son únicos, que nada ni nadie los puede dañar. Todo lo que está en ustedes y que los vuelve tristes, sólo ustedes me lo pueden dar para que yo pueda tomarlo y aliviarlos para siempre.

Sí, hijos míos, es para siempre que este dolor desaparecerá, porque este pequeño paso que han realizado los hará comprender que no están solos en su interior. Ustedes habrán franqueado una etapa en sus vidas que les habrá mostrado que me pueden dar todo. Yo soy la vida de ustedes. Yo los amo más que a mi Vida. Yo la he dado para que ustedes estén conmigo en la felicidad eterna.

Hijos míos, es necesario que sean ustedes que hagan este paso. ¿Ven por qué les hago llegar estos escritos? Es para ustedes, mis amores, que amo. Yo, el Amor, les prescribiré la alegría contra la tristeza. La alegría será el resultado de su abandono a mi amor. Es con confianza, en el sí al Amor que ustedes conocerán lo que tienen necesidad para avanzar en la alegría y en la felicidad.

Sí, hijos míos, ustedes se dicen: “Todo va mal; es desalentador; todo es imposible en este mundo; es necesario el dinero para ser feliz; todo es para los otros y nada para nosotros; los otros todo lo tienen hecho, no es justo; lo sabemos bien, viene de una familia rica.” Y, mis hijos, ¡cuántas otras expresiones de este género!

Si ustedes conocen estas expresiones, ¿no es porque ya las han escuchado? Y si ya las han escuchado, ¿no es porque ustedes frecuentan a los hijos desdichados? Si ellos son desdichados, hijos míos, hay también en el mundo de los ricos hijos que también son desdichados.

Vean sus alegrías, ellas no son que aparentes, disfrazadas por sus necesidades excesivas. Estos hijos todo quieren, porque el vacío en ellos los vuelve taciturnos, sin alegría. Ellos viven buscando siempre alguna cosa que les satisfaga, porque no han podido encontrar lo que les haría felices en su interior. Estos hijos buscan ofrecerse una felicidad con la ayuda de sus medios financieros. Buscan el amor. Hijos míos, ¿no saben que el dinero no hace la felicidad? La felicidad está en ustedes.

Que ustedes sean ricos o pobres, la felicidad está en cada uno de los hijos de Dios. Ven ustedes, es más fácil encontrar la verdadera felicidad cuando alguien la busca en su interior. El que tiene todo no siente la necesidad de buscar en él porque él cree que la felicidad no está sino en el exterior. El que no es rico tiene más tendencias a pedirme la ayuda, porque sabe que quiere la felicidad; sabe también que la verdadera felicidad, es ver a los otros felices. Él descubre que la felicidad es de darse a los otros. Él ha descubierto el amor en él. Este hijo no quiere encontrarse solo, sin sus amigos en esta felicidad, porque ha comprendido que la verdadera felicidad es de ser feliz con los otros.

La verdadera felicidad se comparte, se da, se conjuga. Hijos míos, estén seguros que yo, Jesús, soy la Felicidad. Yo soy quien los ha creado. ¿No soy acaso el que los quiere a todo precio? Yo llegué hasta dar mi Vida para tenerlos conmigo en la felicidad.

El amor, se comparte, se da, se conjuga con todos los hijos que mi Padre me ha dado. Si ustedes creen en la felicidad, es porque quieren ser felices. Entonces, sepan que sólo Dios Amor se las hará conocer, no el dinero. Yo soy el único Bien que es verdadero. Yo soy el Amor. Ningún hijo puede estar fuera de este amor al menos que él lo rechace. Les voy a demostrar que ustedes son amor. Ustedes solos van a elegir entre su mundo podrido o el amor verdadero. Sólo el amor podrá hacerlos felices.

Hijos míos, ha terminado el sufrimiento, en un mundo egoísta que no piensa sino que en él. Yo les prometo una vida sin tormentos para su futuro. Ustedes tendrán todo para proteger su familia. Ustedes conocerán alegrías para ustedes y para todos aquellos que aman. Tendrán bienes que los satisfarán. Ninguno de ustedes vivirá en la necesidad, porque la justicia reinará por todas partes. Hijos míos, yo no les prometo esto en otro mundo. Yo se los digo, yo soy la Verdad y la Vida. Yo soy el Ungido del Padre Eterno.

Tengan confianza que todo está en mí. Yo soy Eterno. Todo proviene de mí. Todo ha venido por mí. Todo no será mas que yo, porque yo soy la Felicidad. Es a ustedes de saber si quieren la felicidad. Hijos míos, si los otros responden no, yo no voy a parar mi justicia, yo vengo a pedirles si ustedes quieren esta felicidad.

Yo soy el Amor quien modela el interior de ustedes. Hijos míos, sean amor. Yo los amo. Anda, hija mía, esta es una lección de amor que hace crecer. Quiero que crezcas en mi amor. Amén.

Nº 167 – 4 de julio de 2001 Jesús Amor