Libro LAS HORAS DE LA PASIÓN

Imagen de Mariu

 

 

Preparación Antes de la

Meditación

 

Oh Señor mío Jesucristo, postrada ante tu divina presencia, suplico a tu amorosísimo corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las veinticuatro horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en tu cuerpo adorable como en tu alma santísima, hasta la muerte de cruz.  Ah, dame tu ayuda, gracia, amor, profunda compasión y entendimiento de tus padecimientos mientras medito ahora la hora Y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante todas las horas en que estoy obligada a dedicarme a mis deberes, o a dormir.  Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.

 

 

PRIMERA HORA

De las 5 a las 6 de la tarde

 

Jesús se despide de su Madre Santísima

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza sobre tu corazón empiezo:

 

Oh Celestial Mamá, la hora de la separación se acerca y yo vengo a Ti.  ¡Oh Madre, dame tu amor y tus reparaciones, dame tu dolor, porque junto contigo quiero seguir paso a paso al adorado Jesús!

Y he aquí que Jesús viene y Tú con el alma rebosante de amor corres a su encuentro, pero al verlo tan pálido y triste el corazón se te oprime por el dolor, las fuerzas te abandonan y estás a punto de desfallecer a sus pies.  Oh dulce Mamá mía, ¿sabes por qué ha venido a Ti el adorable Jesús?  ¡Ah!  Él ha venido para darte el último adiós, para decirte la última palabra, para recibir el último abrazo.

Oh Mamá, a Ti me estrecho con toda la ternura de la cual es capaz este mi pobre corazón, a fin de que estrechado y unido a Ti, también yo pueda recibir los abrazos del adorado Jesús.  ¿Me desdeñarás acaso Tú?  ¿No es más bien un consuelo para tu corazón tener un alma a tu lado y que comparta contigo las penas, los afectos, las reparaciones?

Oh Jesús, en esta hora tan desgarradora para tu ternísimo corazón, qué lección nos das de filial y amorosa obediencia hacia tu Mamá.  ¡Qué dulce armonía hay entre Tú y María, qué suave encanto de amor que sube hasta el trono del Eterno y se extiende para salvación de todas las criaturas de la tierra!

Oh Celestial Mamá mía, ¿sabes qué quiere de Ti el adorado Jesús?  No quiere otra cosa que tu última bendición.  Es verdad que de todas las partes de tu ser no salen sino bendiciones y alabanzas a tu Creador, pero Jesús al despedirse de Ti quiere oír las dulces palabras:  “Te bendigo oh Hijo.”  Y este te bendigo aleja todas las blasfemias de sus oídos, y dulce y suave desciende a su corazón; y casi como para poner una defensa a todas las ofensas de las criaturas, Jesús quiere tu “te bendigo.”

Yo me uno a Ti, oh dulce Mamá, sobre las alas del viento quiero girar por el Cielo para pedir al Padre, al Espíritu Santo, a todos los ángeles, un “te bendigo” para Jesús, a fin de que yendo a Él le pueda llevar sus bendiciones.  Y aquí en la tierra quiero ir a todas las criaturas y pedir de cada labio, de cada latido, de cada paso, de cada respiro, de cada mirada, de cada pensamiento, bendiciones y alabanzas a Jesús, y si ninguno me las quiere dar, yo quiero darlas por ellos.

Oh dulce Mamá, después de haber girado y vuelto a girar para pedir a la Trinidad Sacrosanta, a los ángeles, a todas las criaturas, a la luz del sol, al perfume de las flores, a las olas del mar, a cada soplo de viento, a cada llama de fuego, a cada hoja que se mueve, al centellear de las estrellas, a cada movimiento de la naturaleza un “te bendigo”, vengo a Ti y uno mis bendiciones a las tuyas.

Dulce Mamá mía, veo que recibes consuelo y alivio por esto, y ofreces a Jesús todas mis bendiciones en reparación de las blasfemias y maldiciones que Él recibe de las criaturas. Pero mientras te ofrezco todo, oigo tu voz temblorosa que dice: “Hijo, bendíceme también a Mí.”

Oh dulce amor mío, Jesús, bendíceme también a mí junto con tu Mamá, bendice mis pensamientos, mi corazón, mis manos, mis obras, mis pasos, y junto con tu Mamá bendice a todas las criaturas.

Oh Madre mía, al mirar el rostro del adolorido Jesús, pálido, triste, desgarrador, se despierta en Ti el recuerdo de los dolores que dentro de poco Él deberá sufrir.  Adivinas su rostro cubierto de salivazos y lo bendices, la cabeza traspasada por las espinas, los ojos vendados, el cuerpo desgarrado por los azotes, las manos y los pies traspasados por los clavos, y adonde quiera que Él está a punto de ir, Tú lo sigues con tus bendiciones, y junto contigo lo sigo también yo.  Cuando Jesús sea golpeado por los azotes, coronado de espinas, abofeteado, traspasado por los clavos, dondequiera encontrará junto a tu “te bendigo”, el mío.

Oh, Jesús, oh Madre, os compadezco; inmenso es vuestro dolor en estos últimos momentos, el corazón de uno parece que arranque el corazón del otro.  Oh Madre arranca mi corazón de la tierra y átalo fuerte a Jesús, a fin de que estrechado a Él pueda tomar parte de tus dolores, y mientras os estrecháis, os abrazáis, os dirigís las últimas miradas, los últimos besos, estando yo en medio de vuestros dos corazones pueda recibir vuestros últimos besos, vuestros últimos abrazos.  ¿No veis que yo no puedo estar sin Vosotros, no obstante mi miseria y mi frialdad?

Jesús, Mamá, tenedme estrechada a Vosotros, denme vuestro amor, vuestro Querer, saetead mi pobre corazón, estrechadme entre vuestros brazos, y junto contigo, oh dulce Madre, quiero seguir paso a paso al adorado Jesús con la intención de darle consuelo, alivio, amor y reparación por todos.

Oh Jesús, junto a tu Mamá te beso el pie izquierdo suplicándote que quieras perdonarme a mí y a todas las criaturas por cuantas veces no hemos caminado hacia Dios.

Beso tu pie derecho, perdóname a mí y a todos por cuantas veces no hemos seguido la perfección que Tú querías de nosotros.

Te beso la mano izquierda pidiéndote nos comuniques tu pureza.

Beso tu mano derecha, bendíceme todos mis latidos, pensamientos, afectos, a fin de que validados por tu bendición todos se santifiquen, y junto conmigo bendice también a todas las criaturas, y sella la salvación de sus almas con tu bendición.

Oh Jesús, junto a tu Mamá te abrazo, y besándote el corazón te ruego que pongas en medio de vuestros dos corazones el mío, a fin de que se alimente continuamente de vuestros amores, de vuestros dolores, de vuestros mismos afectos, deseos y de vuestra misma Vida.

 

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http://www.divinavoluntad.info/Horas%20de%20la%20Pasion.htm

 

Vol. 22, 17 de junio 1927

El padre Di Francia, ya difunto, le habla a Luisa de las Horas de la Pasión, o “El Reloj de la Pasión”, nombre que él le dió cuando las publicó.

Luisa escribe: “… me encontré fuera de mí misma, y mientras buscaba a mi dulce Jesús, me he encontrado con el padre Di Francia; estaba todo alegre y me dijo:
"¿Sabes cuántas bellas sorpresas he encontrado? Yo no me lo imaginaba cuando estaba sobre la tierra, si bien pensaba que había hecho algún bien al publicar el "Reloj de la Pasión"; pero las sorpresas que he encontrado son maravillosas, encantadoras, de una rareza jamás vista. Todas las palabras concernientes a la Pasión de Nuestro Señor, cambiadas en luz, una más bella que la otra, todas entrelazadas entre ellas. Y estas luces crecen siempre a medida que las criaturas hacen las Horas de la Pasión, y así otras luces se agregan a las primeras. Pero lo que más me sorprendió han sido las pocas palabras publicadas por mí acerca de la Divina Voluntad. Cada palabra cambiada en sol, que invistiendo con sus rayos todas las luces, forman tal sorpresa de belleza, que se queda uno raptado, encantado. Tú no puedes imaginar de qué manera quedé sorprendido al verme en medio de estas luces y de estos soles. ¡Qué feliz y agradecido estuve con nuestro Sumo Bien Jesús que me dio la ocasión y la gracia de hacerlo! También tú, agradécele de parte mía."