Divina Voluntad y la Lectio Divina

Imagen de Mariu

El metodo empleado para hacer vida la palabra de Dios por medio de la Lectio Divina, es un medio muy apto para hacer lo que Jesús le pide a Luisa y atraves de ella a nosotros también, es por eso que estar atentos, meditar, rumiar, repasar,y hacer vida todo lo que Jesús nos ha querido hacer llegar de su Divina Voluntad por medio de Luisa Piccareta, gracias a este método se nos puede hacer una tarea muy agradable.

Cuenta la historia que a mediados del siglo XII, un monje preocupado porque sus hermanos de comunidad no gustaban mucho de la lectura de la palabra de Dios, pidió a Dios que lo iluminara en un método que le sirviera para leer, conocer y amar la palabra de Dios.

Una noche tuvo un sueño en el que un ángel le indicaba una escalera de cinco peldaños, que unía la tierra con el cielo.

Cada peldaño tenía una explicación de lo que se debía hacer para ir ascendiendo desde la tierra hasta llegar al cielo, en la escucha atenta de la Palabra de Dios, a esta escalera se llamó, Lectio Divina.

 

Paso 1. Leer: ¿Qué dice el texto? En primer lugar, se lee el texto. Al nivel más básico, uno se pregunta: ¿Qué nos dice estas palabrasa de Jesús a Luisa? A veces, conviene ir a la Lectura completa, para entender mejor el contexto.

Paso 2. Meditar: ¿Qué me dice Dios a mí en este texto? En este punto, uno ve lo que Dios quiere darme a conocer en esta lectura.

Paso 3. Rezar: ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre el texto? 

Paso 4. Actuar: ¿Qué hacer como resultado de la oración? Finalmente, uno actúa. La oración debe movernos a dejar que la Divina Voluntad se haga parte integral de nuestra vida.

 

Veamos algunos  textos en los que encontramos motivos suficientes para hacer este o cualquier otro método,   lo más importante para quien se siente atraido es grabar en nuestro corazón estos benditos escritos.

 

 

La palabra de Dios es palabra fecunda que germina virtudes.

 

 Continuando mi habitual estado, en cuanto ha venido el bendito Jesús me ha dicho:

 “Hija mía, cuando la criatura obra el bien, parte de ella una luz que va al Creador, y esta luz da gloria al Creador de la luz, y embellece con una belleza divina al alma”.

 Después veía al confesor que tomaba el libro escrito por mí para leerlo, y junto estaba Nuestro Señor que decía:

 

 “Mi palabra es lluvia, y así como la lluvia fecunda la tierra, así la señal para saber si lo que está escrito en este libro es lluvia de mi palabra, es ver si es palabra fecunda que germina virtudes”. Vol. 6 del 12 de Diciembre de 1905

 

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Efectos de meditar siempre en la Pasión.

 Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensando en la pasión de Nuestro Señor y, mientras hacía esto, Él vino y me dijo:

“Hija mía, me es tan grato quien siempre va rumiando mi pasión, siente pena y me compadece, que me siento como retribuido por todo lo que sufrí en el curso de mi pasión. 

El alma, rumiándola siempre, prepara un alimento continuo. 

Y en este alimento hay muchos condimentos y sabores diversos, que producen diversos efectos. 

Entonces, si durante mi pasión me dieron cuerdas y cadenas para atarme, el alma me desata y me da libertad;  aquellos me despreciaron, me escupieron y me deshonraron, ella me aprecia, me limpia de esos salivazos y me honra; aquellos me desnudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste; aquellos me coronaron de espinas, me trataron como rey de burla, me amargaron la boca con hiel y me crucificaron, el alma, rumiando todas mis penas, me corona de gloria y me honra como su Rey, me llena la boca de dulzura y me da el alimento más exquisito, como es el recuerdo de mis mismas obras, me desclava de la cruz y me hace resucitar en su corazón. 

Y Yo le doy como recompensa por cada vez que hace todo esto, una nueva vida de gracia; de manera que ella es mi alimento y Yo me hago su alimento continuo. 

Así que, la cosa que más me complace es que el alma rumie siempre mi pasión Vol. 7 del 9 de Nov. 1906. 

 

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El gran bien que lleva el oír las verdades.

 

Encontrándome fuera de mí misma, me he encontrado en medio de un valle florido en el cual he encontrado a mi confesor difunto, muerto el día 10 del corriente,[2] y según su costumbre de cuando vivía acá abajo me ha dicho:

“Dime:  ¿qué te ha dicho Jesús?”

Y yo:  “Me ha hablado en mi interior, con palabras no me ha dicho nada, y usted sabe que las cosas que escucho en mi interior no las tomo en cuenta”.

Y él:  “Quiero oír también lo que te ha dicho en tu interior”.

Y yo, como obligada, me ha dicho:

“Hija mía, te llevo en mis brazos; mis brazos te servirán de barquita para hacerte navegar en el mar interminable de mi Voluntad, tú, después, conforme hagas tus actos en mi Querer formarás las velas, el mástil, el ancla, que servirán no sólo como adorno de la barquita, sino para hacerla caminar con más velocidad. 

Es tanto el amor que tengo a quien vive en mi Querer, que la llevo en mis brazos sin dejarla jamás”.

Pero mientras esto decía he visto los brazos de Jesús en forma de barquita, y yo en medio de ella.  El Confesor al oír esto me ha dicho:

“Debes saber que cuando Jesús te habla y te manifiesta sus verdades, son rayos de luz que llueven sobre ti, después tú, cuando me las manifestabas a mí, no teniendo su virtud, me las manifestabas a gotas, y mi alma quedaba toda llena de aquellas gotas de luz, y aquella luz me incitaba más y me daba más deseos de escuchar otras verdades para poder recibir más luz, porque las verdades llevan el perfume celestial, la sensación divina, y esto sólo al oírlas, ¿qué será para el que las practique? 

Es por esto que amaba y deseaba tanto escuchar lo que te decía Jesús, y quería decirlo a los demás, era la luz, el perfume que sentía y quería que otros tomaran parte en ello. 

¡Si supieras el gran bien que ha recibido mi alma al escuchar las verdades que te decía Jesús!  Cómo todavía gotea luz y expande perfume celestial, que no sólo me da refrigerio, sino que me sirve de luz a mí, y a quien está cerca de mí, y conforme tú haces tus actos en el Querer Divino, yo tomo parte especial, porque me siento la semilla que tú pusiste en mí de su Querer Santísimo”.

Y yo:  “Déjeme ver su alma, como es que gotea luz.”  Y él abriéndose por la parte del corazón me hacía ver su alma toda chorreando luz; esas gotas se unían, se separaban, una corría sobre la otra, era muy bello verlo.

Y él:  “¿Has visto?  ¡Cómo es bello escuchar las verdades!  Quien no escucha las verdades gotea tinieblas que dan horror”. Vol.14 del 3 de marzo de 1922

 

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La Divina Voluntad:  Herencia de Jesús a las criaturas. Las dos Generaciones.

 

Estaba pensando entre mí en todo lo que he escrito en estos días pasados y decía:  

“¿Cómo es posible que mi dulce Jesús haya esperado tanto tiempo para hacer conocer todo lo que obraba su Humanidad en la Divina Voluntad por amor de las criaturas?” 

Pero mientras esto pensaba, mi siempre amable Jesús haciéndose ver con su corazón abierto me ha dicho:

“Hija de mi Querer, ¿por qué piensas eso?  Esto sucedió también en la Creación, ¿cuánto tiempo no la tuve en mi seno realmente formada?  Y cuando a Mí me pareció bien la puse fuera; y la misma Redención, ¿cuánto más no la tuve en Mí?

 Podría decir que ‘ab eterno’, sin embargo esperé mucho tiempo para descender del Cielo y darle cumplimiento. 

Es mi costumbre en mis obras, primero las fecundo, las formo en Mí, y a tiempo propicio las pongo fuera, es más, tú debes saber que mi Humanidad contenía en Sí dos generaciones, los hijos de las tinieblas y los hijos de la luz. 

A los primeros venía a rescatarlos, y por eso pagué con mi sangre para ponerlos a salvo.  Mi Humanidad era santa, y nada heredó de las miserias del primer hombre, y si bien era semejante en las facciones naturales, pero era intangible de cualquier mínimo defectillo que pudiera ensombrecer mi santidad; mi herencia fue sólo la Voluntad de mi Padre, en la cual debía desarrollar todos mis actos humanos para formar en Mí la generación de los hijos de la luz. 

Mira, esta generación me fue dado el formarla propiamente en el regazo de la Voluntad de mi Padre Celestial, y Yo no ahorré ni fatigas, ni actos, ni penas, ni oraciones, más bien estaba en la cima de todas las cosas que hacía y sufría, de manera que la concebí en Mí, la fecundé y la formé; eran propiamente ellos, los que el Divino Padre con tanto amor me había confiado, era mi herencia predilecta que me fue dada en la Santísima Voluntad Suprema. 

Ahora, después de haber conocido los bienes de la Redención, como quiero a todos salvados, dándoles todos los medios que se necesitan, paso a hacer conocer que en Mí hay otra generación que debo hacer salir, mis hijos que deben vivir en el Divino Querer, y que en mi mismo corazón tengo preparadas todas las gracias, todos mis actos internos hechos en el ámbito de la Voluntad Eterna para ellos, y éstos esperan el beso de sus actos, su unión, para darles la herencia de la Voluntad Suprema, y como la recibí Yo, quiero darla a ellos para hacer salir de Mí la segunda generación, la de los hijos de la luz. 

Si mi Humanidad no diera esta herencia que poseía, es decir la Divina Voluntad, la sola y única cosa que Yo amaba y que me daba todo el bien, habría sido incompleto mi descendimiento a la tierra, no podría decir que he dado todo, más bien habría reservado para Mí la cosa más grande, la parte más noble y divina.  Ves ahora cómo es necesario que mi Querer sea conocido en todas sus relaciones, en los prodigios, en los efectos, en el valor, lo que hice Yo en este Querer para las criaturas, lo que deben hacer ellas; y esto será un potente imán para atraer a las criaturas para hacerlas recibir la herencia de mi Querer, y hacer salir en campo la generación de los hijos de la luz. 

Sé atenta hija mía, tú serás el portavoz, la trompeta para llamarlos y reunir esta generación tan predilecta y tan suspirada por Mí”.    Vol. 14 de oct. 27 de 1922

 

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